La inteligencia incluye tanto la capacidad de comprender y razonar, como de aprender y poner en práctica lo aprendido, aunque el verdadero valor de una persona, radica en su sabiduría como persona.
Mientras que la inteligencia es un diamante en bruto, la sabiduría constituye el epítome de la excelencia humana.
Igual que una persona inteligente, el sabio posee los conocimientos necesarios para armar una bomba, pero además, conoce las implicaciones de éste hecho y cuenta con las herramientas mentales precisas para resolver problemas pacíficamente.
Los especialistas en neurociencia, distinguen entre la llamada inteligencia fluida, que es la habilidad para resolver estímulos novedosos y la inteligencia cristalizada, que es, la que muestra experiencias y conocimientos adquiridos a lo largo de la vida, siendo sabio en su manera de actuar.
La inteligencia fluida, disminuye a lo largo de toda la vida adulta, siempre y cuando no se ejercite.
La inteligencia cristalizada, se robustece con la edad de las personas.
En cierto sentido, la sabiduría es como la belleza, la deseamos y la identificamos, pero es casi imposible definirla.
Como dato interesante, “a finales de la década de los ochenta, académicos del Instituyo Max Planck de Alemania, emprendieron el “Proyecto Berlinés de la Sabiduría, que contiene lo siguiente:
Ø Inteligencia y cultura general
Ø Comprensión profunda de la naturaleza humana y empatía por quienes son diferentes.
Ø Capacidad de sobreponerse a los reveses de la vida.
Ø Humildad
Ø Capacidad de aprender de las experiencias.
Ø Madurez para aceptar lo que no pueden cambiar.
Ø Ecuanimidad para resolver problemas.
Regresando a lo que es la SABIDURÍA, ésta se acumula como resultado de la experiencia. Es justo afirmar, que la sabiduría y la edad van de la mano, sin embargo, no todas las personas mayores de edad son sabias; muchas se aferran desesperadamente a sus ideas y costumbres.
En 2007, el psicólogo Jeffrey Dean Webster del Langara College (Vancouver, Canadá), actualizó los criterios del Proyecto Berlinés de la Sabiduría, e incorporó la noción de que la verdadera sabiduría sólo puede cuantificarse con base en el uso que se le da. En otras palabras, es necesario practicar lo aprendido en la vida para que califique como Sabia la persona.